“he venido en mandar extrañar de todos mis Dominios de España e Indias, Islas Filipinas, y demás adyacentes, a los Regulares de la Compañía”. Con estas palabras Carlos III ordenaba la expulsión de los Jesuitas de sus dominios el 27 de febrero de 1767, hecho que resulto ser tan martirizante que cobró la vida de muchos de los misioneros que eran desalojados del continente americano. Este mismo edicto pareciera haber condenado a cumplir el castigo del olvido y destrucción a cientos de obras de arte y edificaciones pertenecientes a esta orden religiosa.
Tal es el caso de una de las construcciones más notables del Estado de Chihuahua, la antigua misión de Santa Cruz de los Tarahumares, nombre que a pocos les resulta familiar, ya que éste ha cambiado a lo largo de la historia siendo su advocación actual la de Nuestra Señora del Rosario. Cabe mencionar que algunos autores lo han confundido con Santa Cruz de Tapacolmes en el actual Rosales.
La monumentalidad de este edificio resalta a primera vista gracias a sus dimensiones, ya que éstas son poco comunes dentro de las características del resto de las misiones, así mismo revela una arquitectura de procedencia académica con influencia indígena. Pero ni el tamaño, ni la distinción arquitectónica resultan azarosos, es más, ni siquiera caprichosos, haciendo notar esto el padre encargado de su construcción.
Pero para comprender de mejor manera a este magnifico edificio es necesario remitirse a su origen, el cual data a fines de 1630. Después de poca actividad misionera, este templo se funda como pueblo de “visita” de la misión de San Felipe de Conchos, estableciendo así la región de la Baja Tarahumara, esto último se denomina de tal manera debido a que se ubica en la cadena de valles que antecede a la sierra de la alta tarahumara entre los ríos Balleza, Nonoava, San Pedro y Conchos; sus fundadores, los padres José Pascual y Nicolás Cepeda.
Hacia 1650 tras una larga sequía y a pesar de contar con infraestructura de obras hidráulicas realizadas por el mismo padre Pascual, la posición privilegiada, sus fértiles tierras, el flujo constante de agua y su capacidad de convocatoria indígena, le ganó a Santa Cruz el nombramiento como cabecera del partido de la Natividad de María, y con toda probabilidad cede del Rectorado de la Antigua Tarahumara.
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Retomando lo que se dijo anteriormente, la arquitectura del templo obedece al deseo jesuita de llevar la construcción monumental al norte de la Catedral de Durango, dejando claro que dicha construcción no fue motivada por el misionero, de éstos el más destacado fue Herrera.
El padre Antonio de Herrera fue enviado, en 1670, como apoyo del padre Valdez, quien se encontraba enfermo. Herrera venia de fungir, además de ser fundador, como rector del primer Colegio de jesuitas en Chihuahua, el de Loreto, establecido en San Felipe el Real. Al llegar a Santa Cruz tuvo a su cargo la construcción del templo con las características que hoy se conocen, sin embargo en sus cartas reportó su pesar por el alto costo de la obra, inclusive rindiendo cuenta de que la construcción del templo es más cara que el mantenimiento de la misma misión.
La arquitectura del templo, se pudiera decir que, pertenece a la corriente manierista, ya que cuenta con elementos tales como los fustes de las columnas de fachada pertenecientes al renacentismo; por otra parte los elementos decorativos interiores y de la torre pertenecen a la corriente neoclásica. Sin embargo su planta en cruz; elementos vegetales en las claves de los arcos de acceso a las alas del crucero y su decoración mural indican la presencia de un barroco adaptado a las características de los materiales de construcción típicos en la Nueva Vizcaya septentrional.
En este templo se encuentran vestigios de la existencia de una “Falsa Bóveda”, la cual está realizada en madera con un ingenioso sistema constructivo, la cual contaba con un decorado similar al encontrado en el sotocoro, lo que le proporcionaba una vista que asemejaba a las bóvedas construidas en el centro de la Nueva España. Este tipo de bóveda obedecía más al gusto por la línea curva que en el empleo de mampostería para la fabricación de ésta, ya que las cubiertas exteriores son planas. Ésta se cerraba en el presbiterio con una “semicúpula falsa” de madera también, la cual era la coronación del “ciprés”, rasgo característico del barroco. Por otra parte el altar-retablo, se cree que se construyo para asemejar a los empleados en los templos del sur y centro del país, como los de Michoacán, los cuales se conocen como “ciprés”, pero con la adecuación a los materiales de construcción distintivos del norte del país.
Existen espacios en el patio que indican la existencia de un claustro de dos pisos que cerraba el conjunto hacia su fachada oeste y se extendía mas allá del limite actual de la fachada poniente, quedando como vestigios un par de columnas con una estructura tipo pérgola, así como cabezas de vigas que indicaban un segundo piso de lo que fue el salón de Ángeles. Dicho claustro debió servir de albergue tanto a seguidores de la Compañía, como a los laicos que por ahí pasaban o iban a visitar al misionero; ya que se sabe que los indígenas de la región no vivían en la misión, sino en los ranchos y haciendas donde trabajaban. Como dato curioso aún existen pobladores de Valle del Rosario que recuerdan la “Pila de los Patos” que era parte de dicho conjunto habitacional.
Con respecto a la Sala de Ángeles, este salón queda como sacristía al oeste del altar, la comunidad afirma que existió pintura mural con evocaciones de ángeles, además del icono existente en el acceso a este salón. El salón o sala de ángeles es un espacio típico de las catedrales, por lo que se revela, una vez más, la importancia espiritual del templo, además, la existencia de un balcón de meditación en la torre de acceso al campanario.
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Con respecto a la torre, se han encontrado descripciones del templo hechas por los visitadores, donde se imprime la existencia de dos torres. Algunos autores dan por perdida la segunda torre, sin embargo el autor del presente escrito sostiene que aún existen ambas y que una de ellas tenia propósitos de vigilancia.
Después de la expulsión de la Compañía de Jesús del actual territorio chihuahuense, aunque en este caso no fue violenta y no se tienen registros de muertes de padres por ésta, no se tiene noticia de la ocupación de éste templo por la orden de los Franciscanos, ya que de esta región solo se tiene noticia de que la misión de la Virgen de Montserrat en Nonoava estuvo a cargo de dicha congregación, siendo probable que el mismo misionero se ocupara de la región entera. Sin embargo el gran centro espiritual y de formación que debió ser Santa Cruz, no permite imaginar la vida solitaria de dicha misión.
No es sabido si el gran carisma que dejó Herrera entre sus fieles, cosa que se reflejó en el nombre de la misión por muchos años, ya que era bien conocido como Santa Cruz de Herrera; o el hecho de ser demasiado cara para mantenerla no admitió la entrada de los franciscanos, por lo tanto pasó a ser secularizada aún siendo propiedad de los jesuitas. Por lo anterior se concluye que motivo de que el templo quedara destinado al descuido por muchos años, fue la imposibilidad del Obispado de Durango a llevar nuevos padres que se hicieran cargo del templo, perdiendo así, gran parte de sus documentos e historia.
Pero no acaban ahí los hechos que ha atestiguado tan hermoso templo, se puede hablar de las incursiones abigeas de Villa con el nombre de Antonio, además de ser el centro de comando de la guerrilla Villista mientras el “general” convalecía de su herida en una cueva de la sierra de Santa Ana; y aún más, presenciar la aprehensión del general Felipe Ángeles, hace que destaque una vez más esta región en el actual municipio de Rosario.
A mediados del siglo pasado un fenómeno geológico, el cual es causado por el movimiento de fallas normales y locales provocadas por el basculamiento de la placa continental, provocó la fractura de la cúpula del transepto lo que aunado a fuertes lluvias provocaron el colapso súbito de la misma. Probablemente perdiendo el resto de la bóveda falsa, cubiertas en las alas del crucero y la sacristía. Por lo anterior toda esta área quedo en desuso, lo que provocó el saqueo y el vandalismo, cumpliendo su condena de olvido.
Desde aquellas fechas se hicieron intervenciones para rescatar o evitar la perdida del edificio, algunas de ellas no adecuadas para la vida del mismo, pero de muy buena fe. Debido a estas intervenciones de emergencia, Misiones Coloniales de Chihuahua A.C. ha implementado un mecanismo de recopilación de información mientras se realizan los trabajos de restauración, así como el desarrollo de pruebas y ensaye de materiales, métodos de exploración, análisis arquitectónicos de piezas y estudios estructurales, todos ellos adecuados al proceso de conservación.
La principal acción que se ha llevado a cabo para la documentación del sitio, ha sido la invitación a participar en la investigación a un numero de especialistas que van desde lo histórico hasta lo técnico, por nombrar algunos el centro INAH Chihuahua a través del Arqueólogo Arturo Guevara y el Arq. Antonio Guerrero, la recopilación de archivos por parte del Archivo Histórico del ICHICULT, la interpretación iconográfica e histórica de la Maestra Maria Luisa Reyes Landa de la ENAH, el Arq. Rubén Rocha Martínez de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museología del INAH, la restauradora de arte queretana Regina Trespalacios, la Historiadora Susan Deeds del Department of History, Northern Arizona University y el prof. Miguel Valdez, además del equipo técnico de la secretaría de Planeación y Evaluación de Gobierno del Estado de Chihuahua.
Con éste grupo interdisciplinario se han logrado establecer pautas y criterios de intervención, así como el proyectar la reconstrucción de la cúpula, el desarrollar la arqueología histórica en el patio del claustro, la restauración de pintura mural y la interpretación de espacios y símbolos del templo, entre otros.
Misiones Coloniales de Chihuahua A.C. no quiere que por olvido se predique el resignamiento a la perdida de un centro neurálgico de la historia chihuahuense y del norte de México, por lo que ha decidido que en esta intervención no se deje de lado a la comunidad que ostenta tan notorio edificio y la cual, dispuesta a sobrevivir los retos de los siglos por venir, se organizó en un comité para la vigilancia, toma de decisiones y procuración de fondos para continuar, no solo con las labores de restauración, sino de investigación y difusión de su patrimonio cultural. Aquí se deja la invitación al público a que se acerque y conozca este templo de misión, así como los esfuerzos por conservarlo vivo.
Tal es el caso de una de las construcciones más notables del Estado de Chihuahua, la antigua misión de Santa Cruz de los Tarahumares, nombre que a pocos les resulta familiar, ya que éste ha cambiado a lo largo de la historia siendo su advocación actual la de Nuestra Señora del Rosario. Cabe mencionar que algunos autores lo han confundido con Santa Cruz de Tapacolmes en el actual Rosales.
La monumentalidad de este edificio resalta a primera vista gracias a sus dimensiones, ya que éstas son poco comunes dentro de las características del resto de las misiones, así mismo revela una arquitectura de procedencia académica con influencia indígena. Pero ni el tamaño, ni la distinción arquitectónica resultan azarosos, es más, ni siquiera caprichosos, haciendo notar esto el padre encargado de su construcción.
Pero para comprender de mejor manera a este magnifico edificio es necesario remitirse a su origen, el cual data a fines de 1630. Después de poca actividad misionera, este templo se funda como pueblo de “visita” de la misión de San Felipe de Conchos, estableciendo así la región de la Baja Tarahumara, esto último se denomina de tal manera debido a que se ubica en la cadena de valles que antecede a la sierra de la alta tarahumara entre los ríos Balleza, Nonoava, San Pedro y Conchos; sus fundadores, los padres José Pascual y Nicolás Cepeda.
Hacia 1650 tras una larga sequía y a pesar de contar con infraestructura de obras hidráulicas realizadas por el mismo padre Pascual, la posición privilegiada, sus fértiles tierras, el flujo constante de agua y su capacidad de convocatoria indígena, le ganó a Santa Cruz el nombramiento como cabecera del partido de la Natividad de María, y con toda probabilidad cede del Rectorado de la Antigua Tarahumara.
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Retomando lo que se dijo anteriormente, la arquitectura del templo obedece al deseo jesuita de llevar la construcción monumental al norte de la Catedral de Durango, dejando claro que dicha construcción no fue motivada por el misionero, de éstos el más destacado fue Herrera.
El padre Antonio de Herrera fue enviado, en 1670, como apoyo del padre Valdez, quien se encontraba enfermo. Herrera venia de fungir, además de ser fundador, como rector del primer Colegio de jesuitas en Chihuahua, el de Loreto, establecido en San Felipe el Real. Al llegar a Santa Cruz tuvo a su cargo la construcción del templo con las características que hoy se conocen, sin embargo en sus cartas reportó su pesar por el alto costo de la obra, inclusive rindiendo cuenta de que la construcción del templo es más cara que el mantenimiento de la misma misión.
La arquitectura del templo, se pudiera decir que, pertenece a la corriente manierista, ya que cuenta con elementos tales como los fustes de las columnas de fachada pertenecientes al renacentismo; por otra parte los elementos decorativos interiores y de la torre pertenecen a la corriente neoclásica. Sin embargo su planta en cruz; elementos vegetales en las claves de los arcos de acceso a las alas del crucero y su decoración mural indican la presencia de un barroco adaptado a las características de los materiales de construcción típicos en la Nueva Vizcaya septentrional.
En este templo se encuentran vestigios de la existencia de una “Falsa Bóveda”, la cual está realizada en madera con un ingenioso sistema constructivo, la cual contaba con un decorado similar al encontrado en el sotocoro, lo que le proporcionaba una vista que asemejaba a las bóvedas construidas en el centro de la Nueva España. Este tipo de bóveda obedecía más al gusto por la línea curva que en el empleo de mampostería para la fabricación de ésta, ya que las cubiertas exteriores son planas. Ésta se cerraba en el presbiterio con una “semicúpula falsa” de madera también, la cual era la coronación del “ciprés”, rasgo característico del barroco. Por otra parte el altar-retablo, se cree que se construyo para asemejar a los empleados en los templos del sur y centro del país, como los de Michoacán, los cuales se conocen como “ciprés”, pero con la adecuación a los materiales de construcción distintivos del norte del país.
Existen espacios en el patio que indican la existencia de un claustro de dos pisos que cerraba el conjunto hacia su fachada oeste y se extendía mas allá del limite actual de la fachada poniente, quedando como vestigios un par de columnas con una estructura tipo pérgola, así como cabezas de vigas que indicaban un segundo piso de lo que fue el salón de Ángeles. Dicho claustro debió servir de albergue tanto a seguidores de la Compañía, como a los laicos que por ahí pasaban o iban a visitar al misionero; ya que se sabe que los indígenas de la región no vivían en la misión, sino en los ranchos y haciendas donde trabajaban. Como dato curioso aún existen pobladores de Valle del Rosario que recuerdan la “Pila de los Patos” que era parte de dicho conjunto habitacional.
Con respecto a la Sala de Ángeles, este salón queda como sacristía al oeste del altar, la comunidad afirma que existió pintura mural con evocaciones de ángeles, además del icono existente en el acceso a este salón. El salón o sala de ángeles es un espacio típico de las catedrales, por lo que se revela, una vez más, la importancia espiritual del templo, además, la existencia de un balcón de meditación en la torre de acceso al campanario.
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Con respecto a la torre, se han encontrado descripciones del templo hechas por los visitadores, donde se imprime la existencia de dos torres. Algunos autores dan por perdida la segunda torre, sin embargo el autor del presente escrito sostiene que aún existen ambas y que una de ellas tenia propósitos de vigilancia.
Después de la expulsión de la Compañía de Jesús del actual territorio chihuahuense, aunque en este caso no fue violenta y no se tienen registros de muertes de padres por ésta, no se tiene noticia de la ocupación de éste templo por la orden de los Franciscanos, ya que de esta región solo se tiene noticia de que la misión de la Virgen de Montserrat en Nonoava estuvo a cargo de dicha congregación, siendo probable que el mismo misionero se ocupara de la región entera. Sin embargo el gran centro espiritual y de formación que debió ser Santa Cruz, no permite imaginar la vida solitaria de dicha misión.
No es sabido si el gran carisma que dejó Herrera entre sus fieles, cosa que se reflejó en el nombre de la misión por muchos años, ya que era bien conocido como Santa Cruz de Herrera; o el hecho de ser demasiado cara para mantenerla no admitió la entrada de los franciscanos, por lo tanto pasó a ser secularizada aún siendo propiedad de los jesuitas. Por lo anterior se concluye que motivo de que el templo quedara destinado al descuido por muchos años, fue la imposibilidad del Obispado de Durango a llevar nuevos padres que se hicieran cargo del templo, perdiendo así, gran parte de sus documentos e historia.
Pero no acaban ahí los hechos que ha atestiguado tan hermoso templo, se puede hablar de las incursiones abigeas de Villa con el nombre de Antonio, además de ser el centro de comando de la guerrilla Villista mientras el “general” convalecía de su herida en una cueva de la sierra de Santa Ana; y aún más, presenciar la aprehensión del general Felipe Ángeles, hace que destaque una vez más esta región en el actual municipio de Rosario.
A mediados del siglo pasado un fenómeno geológico, el cual es causado por el movimiento de fallas normales y locales provocadas por el basculamiento de la placa continental, provocó la fractura de la cúpula del transepto lo que aunado a fuertes lluvias provocaron el colapso súbito de la misma. Probablemente perdiendo el resto de la bóveda falsa, cubiertas en las alas del crucero y la sacristía. Por lo anterior toda esta área quedo en desuso, lo que provocó el saqueo y el vandalismo, cumpliendo su condena de olvido.
Desde aquellas fechas se hicieron intervenciones para rescatar o evitar la perdida del edificio, algunas de ellas no adecuadas para la vida del mismo, pero de muy buena fe. Debido a estas intervenciones de emergencia, Misiones Coloniales de Chihuahua A.C. ha implementado un mecanismo de recopilación de información mientras se realizan los trabajos de restauración, así como el desarrollo de pruebas y ensaye de materiales, métodos de exploración, análisis arquitectónicos de piezas y estudios estructurales, todos ellos adecuados al proceso de conservación.
La principal acción que se ha llevado a cabo para la documentación del sitio, ha sido la invitación a participar en la investigación a un numero de especialistas que van desde lo histórico hasta lo técnico, por nombrar algunos el centro INAH Chihuahua a través del Arqueólogo Arturo Guevara y el Arq. Antonio Guerrero, la recopilación de archivos por parte del Archivo Histórico del ICHICULT, la interpretación iconográfica e histórica de la Maestra Maria Luisa Reyes Landa de la ENAH, el Arq. Rubén Rocha Martínez de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museología del INAH, la restauradora de arte queretana Regina Trespalacios, la Historiadora Susan Deeds del Department of History, Northern Arizona University y el prof. Miguel Valdez, además del equipo técnico de la secretaría de Planeación y Evaluación de Gobierno del Estado de Chihuahua.
Con éste grupo interdisciplinario se han logrado establecer pautas y criterios de intervención, así como el proyectar la reconstrucción de la cúpula, el desarrollar la arqueología histórica en el patio del claustro, la restauración de pintura mural y la interpretación de espacios y símbolos del templo, entre otros.
Misiones Coloniales de Chihuahua A.C. no quiere que por olvido se predique el resignamiento a la perdida de un centro neurálgico de la historia chihuahuense y del norte de México, por lo que ha decidido que en esta intervención no se deje de lado a la comunidad que ostenta tan notorio edificio y la cual, dispuesta a sobrevivir los retos de los siglos por venir, se organizó en un comité para la vigilancia, toma de decisiones y procuración de fondos para continuar, no solo con las labores de restauración, sino de investigación y difusión de su patrimonio cultural. Aquí se deja la invitación al público a que se acerque y conozca este templo de misión, así como los esfuerzos por conservarlo vivo.
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